PEDIATRAS MACHISTAS

Ese cacharro plateado con el que salgo en el pecho me lo ha puesto la pediatra para medirme el ritmo cardíaco. Y está helado. Así que se me ha acelerado el corazón. Y luego me ha pesado y me ha medido. Para medirme me tumba en una barra de acero recta que está recién sacada de una nevera. Y yo, desnudo. Hoy he intentado tirarme un pedo en su cara, pero todos mis esfuerzos han sido inútiles. Nada de nada.
Peso Siete mil ciento treinta gramos. Estoy adelgazando. O no engordo tanto como antes. O yo qué sé.
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