Blogia
Sebastián es ¡Andalú!

GESTOS

GESTOS Eso que ven ahí es mi boca. Está haciendo un gesto nuevo, un gesto que es algo así como "¿Se puede saber por qué tengo que dejar de comer ahora?"

A estas alturas, a punto de cumplir mi primer mes en el espacio exterior, he encontrado un sistema de comunicación que, para mí, es espectacular: mi cuerpo. Desgraciadamente, todo lo que digo, todo lo que expreso cuando muevo las manos o arqueo las cejas es malinterpretado. Por ejemplo, doy muchas patadas al aire. Más con la pierna izquierda que con la derecha. Ellos dicen "¿Será zurdo?". Yo digo: "¡Cómo aprieta el pañal!". Otras veces muevo mucho los brazos y abro la boca, algo que podría ser una sonrisa. Ellos dicen, "Parece contento el Gordo". Yo digo, "¿no vamos a volver a la playa nunca más?". Y así, constantemente.

Y luego me pasa algo sorprendente. Algo que sé que no les pasa a ellos. Cuando me quedo mirándoles y ellos no se mueven durante 30 segundos, su imagen se queda clavada en mi cerebro durante 5 minutos o más. Así que, por ejemplo, cuando me abandonan en un cacharro verde que para mí es césped aunque es sólo un sofá, no me pongo nervioso porque siguen estando delante de mí. Esto sólo pasa si ellos no se mueven durante esos 30 segundos, si están absortos mirando la televisión o leyendo un libro o durmiendo. A partir de ahí, poco a poco, se van difuminando, lentamente, y muevo los brazos y trato de hablar y decir "¡No me dejéis aquí, también quiero ir a ese sitio que vais!", trato de atrapar la imagen que aún está en mi cerebro, llamar su atención. Al final, lo único que queda de ellos es la sonrisa. Supongo que es por eso que creo que mis padres se parecen al Gato de Cheshire, ese gato que se va diluyendo en el aire hasta que de él sólo queda una sonrisa. Y hasta cierto punto es así, porque estos dos, mi madre (la propietaria de la teta más bonita del mundo) y mi padre (ese señor con gafas que asegura ser mi padre) siempre sonríen. Al menos siempre que están conmigo.

0 comentarios