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Sebastián es ¡Andalú!

MOTORIZADO

MOTORIZADO Hoy, aprovechando que cumplo un mes, me han comprado un carrito. En realidad, se han comprado un carrito.

Antes, hasta esta misma tarde, yo colgaba de una especie de mochila que se sujetaba en el pecho de mi padre. No era muy incómodo. Pero cada día que pasa, estoy un poco más grande y peso un poco más. Así que son ellos los que se han comprado un carrito para llevarme de un lado para otro. Además, han discutido, bueno discutir es exagerado, han discutido por ver quién de los dos me empujaba, como si el carrito fuera suyo y se hubieran olvidado que era mío. Es, desde luego, más cómodo. Y puedo ver la ciudad, o más exactamente, muchas manchas de colores que se abren paso ante mis ojos, ante mi mirada de ojo de pez. Ya saben, esa mirada esférica que distorsiona todo lo que ve. Por eso, ante ese aluvión de imágenes que se abalanzan sobre mí, cierro los ojos y finjo que me duermo. Es más encillo y me canso menos. Otra cosa en en casa o en espacios cerrados, que me cuesta menos abrir los ojos. Pero en la calle... no, en la calle todavía no.

Cuando me han sentado en el carrito que se supone que es para mí pero que en realidad es para ellos, he sonreído. No ha sido un movimiento involuntario, no. ha sido plenamente consciente. Es mejor reír que llorar, porque por mucho que llore no voy a lograr que las cosas cambien, no voy a lograr que me sigan llevando en el capazo que es una mochila que se cuelga del pecho de mi padre. Y así les pongo contentos y creen que me gusta. ¿Quieren saber la verdad? Ni siquiera sé de qué color es.

A partir de ahora ya sé dónde voy a ir cuando vayamos de paseo. Sentado o, más bien, recostado, en su silla. Menos mal que tienen que empujar ellos...

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