GATO

La cosa es así. Viene la gente a visitarnos. A veces son muchos, otras veces son pocos. Se sientan en mi sofá verde. Hablan con mis padres y hacen que se olviden de que yo existo. Ocupan mi sitio en la cocina. Ocupan mi rincón en la mesa. Y grito. Les miro serio, les miro el aura. Y si no es del color de mis padres la cosa deja de gustarme. Así que les grito o lloro. Lo de llorar es buenísimo, porque cuando lloro en la cara de un desconocido normalmente se siente incómodo. Dicho de otra forma, se siente culpable de algo. Y deja de molestarme. Ya no se sienta en mi sofá verde, ya no me quita más mi sitio en la mesa y hace que cualquiera de estos dos empiece a prestarme atención otra vez.
Dice mi madre que así se comportan los gatos.
¿En qué momento dejaré de ser un bicho y seré sólo un niño?
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